En aquel año es hallada la Imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte en la Casa del Nuevo Rezo de Madrid (Actual Academia de la Historia), entre el repuesto de muletas y tablillas que para el cuidado de los heridos los franceses poseían.
Nuestro "Cristo", que aunque por entonces no se llamaba "De la Buena Muerte", ni tenía relación directa con la que sería su Hermandad, había llegado al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial a mediados del siglo XVII de la mano de Fray Antonio de Olivares, monje Jerónimo que se cree trajo la venerada Imagen desde el Monasterio murciano de la Ñora, Monasterio Jerónimo al que retornaría tras su paso por el de San Lorenzo de El Escorial, y en el que ya como Prior fallecería en 1694.
Fray Agustín de Castro, administrador de la Casa del Nuevo Rezo de Madrid, tras comprobar que el Ilustre "Prisionero" de las tropas Napoleónicas provenía del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, lo retorna al mismo, permaneciendo este en la celda de algún religioso, tal y como había sucedido durante el siglo y medio anterior.
El 6 de Octubre de 1816 marca el inicio de una nueva andadura. Aquel día, la Imagen del Santísimo Cristo, que había sido cedida para presidir la Capilla del Cementerio Parroquial es trasladada a su nuevo lugar de culto con gran solemnidad, siendo colocada a las tres de la tarde en el emplazamiento que hasta hoy ocupa.
El entonces Provisor y Vicario General, Fray José de Malagón, la bendijo y puso el Título "De la Buena Muerte", a la vez que en su plática animaba a los Cofrades de la Vera Cruz asistentes al acto a tomarlo como Patrono y Protector en su nueva advocación, lo que se hizo en aquel mismo momento, celebrándose por el interior del Camposanto la primera Procesión de la Hermandad con su Imagen Titular.
Aquel acto unió para siempre al Santísimo Cristo con su Hermandad, que desde entonces es conocida por el nombre del "Primero y más grande de sus Hermanos". Varias décadas más tarde obtiene carácter oficial la ya conocida como "Congregación del Santísimo Cristo de la Buena Muerte", mediante la aprobación de sus Estatutos por el Excelentísimo Señor Cardenal Arzobispo de Toledo, Don Cirilo de la Alameda y Brea, por decreto de 20 de Abril de 1864.
En el momento de llevarse a cabo tal aprobación, la Congregación cuenta con un total de 181 integrantes (69 hombres, y 112 mujeres).
Junto a estos Estatutos se añadió un inventario en el que figuraban de manera detallada todas las posesiones de la Congregación, entre las que destacaba la Caja Mortuoria que para la conducción de los difuntos Pobres poseía.
La vida de la Congregación transcurre por los cauces de normalidad que de tal institución se espera, manteniéndose los deberes y obligaciones heredados de la antigua Cofradía de la Vera Cruz, y celebrando con especial énfasis la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, festividad grande desde la fundación de 1665.
Pero todo se derrumba al llegar el año 1936, aquel fatídico año que supuso el inicio del conflicto bélico que sumió en el caos y el odio a nuestra Patria, que enfrentó a Padres contra Hijos, y a Hermanos contra Hermanos.
Como una prueba más de la sinrazón imperante en aquella trágica etapa de nuestra historia, la Hermandad, por motivos de seguridad hubo de destruir gran parte de su documentación, quedando prácticamente disuelta.
La destrucción, eso era lo que imperaba en aquel momento. Destrucción a la que no escapaba ni lo más indefenso, ni lo más inocente.
Al igual que la Documentación de la Hermandad, la Imagen del Santísimo Cristo corría el riesgo de ser destruida, y no precisamente por motivos de seguridad, algo que ya había sucedido con numerosas Imágenes, entre ellas la primitiva de la Virgen de Gracia, Patrona del Real Sitio, o la de Santa Lucía, que había permanecido en la Capilla del Cementerio Parroquial hasta aquel 6 de Octubre de 1816.
Sin embargo, el Señor, ajeno a las Pasiones de este mundo de "Tejas abajo", mueve a hacer el bien en el corazón de los Hombres, y seguramente así obró en el de Don Alfonso Montes, por entonces enterrador, que amparado por la oscuridad de la noche envolvió la Imagen del Santísimo Cristo en el Estandarte de la Hermandad y la ocultó en una sepultura de los Padres Agustinos, salvándola así de la más que probable destrucción.
Aquel hombre, que no era precisamente religioso, ni compartía las ideas del bando que se definía oficialmente como "Católico", y cuya propaganda quiso convertir en "Cruzada" lo que en realidad no fue sino un conflicto fraticida que nunca debió suceder, puso en peligro su vida llevando a cabo este acto, pues desgraciadamente eran numerosos los enterramientos que se llevaban a cabo, y con saña hubiera sido perseguido por el bando que se definía como "Ateo" y que controlaba la zona, si se hubiera descubierto su acción.
Concluida la contienda, marchó para Madrid donde se pierde su rastro.
Recientemente supimos por una de sus nietas que fijó allí su residencia, trabajando el resto de su vida como modesto zapatero.
Su generoso acto, digno de la gratitud de quienes de una u otra manera nos sentimos vinculados al Santísimo Cristo de la Buena Muerte de San Lorenzo de El Escorial, merece ser recordado por las futuras generaciones, y su nombre debe figurar con letras mayúsculas en la Historia de la Hermandad cuando se aborde este episodio.
Finalizada la Guerra Civil se desentierra la Imagen del lugar donde había permanecido escondida. Curiosa Paradoja, el Rey de los Vivos, había estado, no ya por tres días, sino por algo más de tres ańos oculto en el reino de la muerte.
Es en el año 1.940, y concretamente el día 11 de Febrero, cuando se procede a refundar la Hermandad al tiempo que se acomete la restauración de su Imagen Titular. Don Dámaso Domínguez es la persona que en quien recae la responsabilidad de ser el primer Hermano Mayor en esta delicada etapa, con todo lo que ello supone. De la Restauración del Santísimo Cristo se hacen cargo artistas locales como Don Emilio Pardo y Don Isidoro Millán, que fue el carpintero que le construyó la cruz.
Prueba del cariño que ya se tenía a este bendito Crucificado, fue que los gastos de esta restauración fueron costeados por suscripción popular, detalle digno de mención, habida cuenta de los difíciles ańos que atravesaban las economías domésticas.
Años más tarde, en 1.945 y gracias al fervoroso impulso del entonces Párroco Don Teodosio Martínez Pardo, adquiere su forma actual la Semana Santa Escurialense con la creación de la primera Junta de Cofradías. La Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte se une inmediatamente al proyecto, siendo una de las fundadoras de la misma.
A partir de aquel momento, la Hermandad comenzó a realizar desfiles procesionales por Semana Santa junto al resto de Cofradías Escurialenses que poco a poco fueron creándose.
Su característico atuendo penitencial de color blanco, no tiene otro significado que la elección que llevaron a cabo los Hermanos que formaban la Junta Directiva cuando se decidió que la Hermandad procesionase "encapuchada", y que buscaron un color "que fuese Bonito (así se refleja en las actas) porque el Santísimo Cristo merecía lo mejor", y estimaron que este color era el adecuado.
En 1969, los diversos problemas que arrastraba la Semana Santa Escurialense, unido a una grave crisis espiritual, motivan la supresión temporal de los desfiles procesionales.
Sin embargo, desde tan triste momento y hasta 1983 en que nuevamente fueron restablecidos, nuestra Hermandad mantuvo vivo el único desfile procesional de Semana Santa que se celebraba en San Lorenzo de El Escorial: La emotiva "Procesión del Silencio", que entonces como hoy, en la noche del Viernes Santo recorre las calles y plazas con la Imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte portada en hombros hasta su capilla del Cementerio Parroquial.
En la actualidad, la Hermandad cuenta con más de setecientos Hermanos, permaneciendo fiel a sus principios fundacionales, y celebrando además de los tradicionales desfiles procesionales en Semana Santa, actos de Fe por la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz y la de Todos los Santos.
Esta es la sencilla pero emotiva Historia de una Hermandad y una Imagen, por la que el pueblo de San Lorenzo de El Escorial siente profunda y sincera devoción y cariño.